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Marcar nuestra propia senda

18 enero, 2015


Todavía siento el aliento de aquellos que me dejaron atrás, escucho su respiración, sus pasos, que se alejan despacio, sin pausa. Me hubiese gustado estar allí, reducir la distancia, derrumbar las paredes que me impiden el paso y quizás alcanzarlos algún día.

Interpretando nuestro papel en la vida dejamos una pequeña marca, una huella que indica que hemos estado ahí. Esa marca no lleva nuestro nombre, pues alguien  habrá borrado nuestras iniciales para adueñarse de unos logros que no le pertenecen, alguien que no pudo dejar un rastro, pero que de una manera u otra, se encontró atraído por el eclipse de un sol que no era el suyo.

Cuando llegamos a este mundo somos obsequiados con un sello distintivo, se nos da la opción de marcar un antes y un después de nuestra llegada, de dejar nuestra huella en el camino. Quizás esto sea lo que algunos denominan alma, una entidad de conciencia propia, imbuida  de nuestra esencia, un aroma que sólo puede ser nuestro y de nadie más.

La vida son caminos y cruzadas, en cada una de las rutas que tengamos por delante vamos a encontrarnos las huellas de aquellas almas que pasaron por allí antes que nosotros, pero no debemos hundirlas más, esos esfuerzos no necesitan el redoble de nuestra impersonalidad. Tememos lo nuevo, nos asusta el cambio, y preferimos pisar aquel camino que ha sido ya visitado, en lugar de crear nuestro propio sendero, de disfrutar la compañía de la incógnita, esa gran desconocida, pero a la vez tan popular.

Subsistimos, nos encargamos de aceptar unas normas impuestas por otros, de pisar sobre lo pisado y de no salirnos de unos bordes que no nos otorgan reconocimiento, sino que nos separan de nuestro ser, poco a poco, hasta que dejamos de existir como uno, hasta que perdemos nuestra alma, nuestra esencia, en tierra de nadie.

Es hora de salirse del camino, rechazar las rutas exploradas y empezar a marcar nuestra propia senda, inundarla de huellas hasta que no haya cabida en ella más que el olor de nuestros sueños realizados. De lo contrario no conseguiremos más que ser la sombra de nuestros deseos, la parte negativa de nuestra conciencia que se ha conformado con un espejismo del éxito y que, una vez más, habrá fracasado en el intento de cambiar su mundo.
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